En una caja oscura y de tamaño reducido, los vestidos de Schiaparelli lucían dramáticos y elegantes. Allí no había rastro de los candados de gran tamaño; de los zapatos con las puntas esculpidas en el exterior, de las orejas doradas y de los ojos y narices fuera de contexto. Las referencias literales a Elsa Schiaparelli y sus juegos surrealistas, que Daniel Roseberry explota desde 2014, dieron paso en este primer desfile de la semana de la alta costura parisina a una colección basada en la técnica y el virtuosismo, pero sin juegos artificiales ni ejercicios virales. Las notas que acompañaron el desfile, firmadas por el diseñador texano, dejaban entrever lo que estaba por venir. Estaban encabezadas por una frase de Ernest Hemingway: “Cézanne empezó con todos los trucos y luego desmenuzó todo y construyó lo real”.
Este cambio de enfoque no solo marca una nueva etapa en la evolución de la casa Schiaparelli, sino que también refleja una maduración en la visión creativa de Roseberry. La colección, presentada con una sobriedad y elegancia que resonaron profundamente en el ambiente del desfile, demostró una maestría en la confección que dejó a todos los asistentes impresionados. Los vestidos, aunque despojados de las excentricidades características, no perdieron un ápice de la esencia audaz y vanguardista que define a la marca.
Cada pieza de la colección parecía un homenaje a la alta costura en su forma más pura, con detalles meticulosos y acabados impecables que resaltaban la destreza artesanal. Los tejidos lujosos y las siluetas estructuradas se combinaron para crear una narrativa visual que hablaba de sofisticación y refinamiento. Los colores, predominantemente clásicos y atemporales, añadieron un toque de serenidad y sobriedad al conjunto, permitiendo que las técnicas de costura y el diseño brillaran por sí mismos.
El desfile fue una experiencia introspectiva, casi meditativa, donde los espectadores pudieron apreciar cada puntada, cada pliegue y cada corte con una claridad inusual en el mundo de la moda contemporánea, a menudo saturado de estímulos. La elección de presentar la colección en un entorno minimalista sin distracciones subrayó aún más la intención de Roseberry de centrarse en lo esencial: la calidad y la innovación en la alta costura.
Las declaraciones de Roseberry en las notas del desfile reflejaron una profunda reflexión sobre su papel como diseñador y su relación con el legado de Elsa Schiaparelli. Al inspirarse en las palabras de Hemingway, Roseberry indicó una voluntad de despojarse de los “trucos” superficiales y enfocarse en lo auténtico y lo real, una decisión que resonó fuertemente con los críticos y aficionados de la moda presentes.
Este desfile inaugural de la semana de la alta costura parisina no solo estableció un tono elevado para los eventos que seguirán, sino que también reafirmó a Schiaparelli bajo la dirección de Roseberry como una casa de moda que no teme reinventarse y desafiar las expectativas. Al optar por una presentación que celebra la técnica y el virtuosismo sin recurrir a artificios, Roseberry ha demostrado que la verdadera innovación en la moda puede encontrarse en la simplicidad y la maestría.
Con este desfile, Schiaparelli ha recordado al mundo de la moda que, en su esencia, la alta costura es un arte que trasciende las tendencias y los momentos virales, y que la verdadera belleza radica en la habilidad y la visión del diseñador. A medida que avanza la semana de la alta costura en París, todos los ojos estarán puestos en cómo otros diseñadores responden a este desafío de Roseberry, quien ha elevado el estándar con una colección que es tanto un homenaje a la tradición como una declaración de modernidad.